viernes, marzo 30, 2007

Lo hice? Porqué lo hice?

Fueron casi 3 años en los que ni siquiera pensé en quitarmela, esta mañana sin razón alguna y recordando ese "nunca" que "sabrá Dios" a quien prometí, la desprendí de mi muñeca... ahora inservible la guardo y me pregunto porqué, inconsientemente durante lo que llevo de día paso mi otra mano como hacía siempre para verificar que este en el lugar correcto, solo que ya no la encuentro. Tal vez mi subconciente quería mostrarme que nada es para siempre, aunque eso lo entendí al prdrt...

miércoles, marzo 21, 2007

Los Cien Días Del Plebeyo

Una bella princesa estaba buscando a su compañero ideal. Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos... Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riquezas que el amor y la perseverancia.
--Princesa, aunque no me conoces te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Ese será mi dote.
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor decidió aceptar.
Así pasaron lo días. El pretendiente permaneció afuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en la ventana de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un momento.
De vez en cuando la cortina dejaba traslucir la hermosa figura de la princesa, que con noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de la princesa, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar donde había permanecido casi cien días.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó:
--¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de lograr tu meta, ¿Porqué perdiste esa oportunidad? ¿Porqué te retiraste?
Con profunda tristeza y lágrimas mal disimuladas el plebeyo contestó:
--La princesa aún sabiendo cuanto la amaba no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. Ella No merecía mi amor.
Extraido de La Culpa es de la Vaca