sábado, junio 19, 2010

¿Porqué soy adicto a la Saga Crepúsculo?

La saga Crepúsculo en si misma marca un punto de ruptura en la historia del vampirismo, donde el vástago nacido de la oscuridad que huye de la luz del sol, incapaz de amar por que en su corazón sólo habita el vacio pierde total sentido cuando la literatura envolvente de Stephanie Meyer le devuelve la humanidad a ese ser inalcanzable sin arrebatarle el misticismo que nos seduce a todos. Es este frenesí entre su historia el que transmite la pasión sobrenatural que nos regala el lujo de sentirnos parte de la trama y sumergirnos en un beso apasionado en la mitad de la noche.
En sus páginas podía sentir el calor de la manada Quiluete, el deseo punzante, la intensidad de la sed de sangre, el ardor de ahogar un deseo tan intenso y fuerte como lo podría estar sintiendo el mismo Edward; y la introversión de Bella con ese toque de misterio me acompañó más de una noche haciendo que un día común y corriente terminara lleno de magia, además de darle vida a la convicción de que puede existir un amor tan fuerte que consiga unir mundos tan insospechadamente distintos como el de Bella, Edward y Jacob.
La película finalmente se convirtió en la materialización de ese mundo hasta ahora imaginario pero intenso, elevando la intriga de su creíble irrealidad a su máxima expresión. Haciendo palpable el sueño del Crepúsculo para aquellos que como yo ahora piensan y viven, respiran y gozan, sueñan y crean todos los días un mundo diferente.
Definitivamente es una completa adicción a la pasión prodigiosa de humanos, vampiros y licántropos que ofrece Crepúsculo minuto a minuto. Libros y películas por igual, no me cansaría de repetirlos y sería un honor estar en la premier de uno de los libros más enérgicos y pulsantes de la Saga.

miércoles, junio 02, 2010

El Día Que Decidí Darme Por Vencido.

-Si… Conozco muy bien esta sensación… Pero esta vez no se la debo al alcohol.

Tenía mi pié derecho descalzo en el suelo y me molestaba el frío que sentía pero aún así no lograba detener las vueltas que daba mi cama. Estaba torpemente acostado en diagonal en un total abandono de mi mismo. Serían ya más de las 12 del día pero las cortinas de mi habitación todavía permanecían cerradas y en el computador se reproducía una película que no recordaba haber empezado a ver…

Me incorpore semi inconsciente y sentí como si pasara mucho tiempo antes de darme cuenta del curso de mis ideas. Estaba despierto…

-Dosis insuficiente… -murmuré.

Junto con mi nada elaborada conclusión percibí una incesante y molesta melodía… Refunfuñe mientras buscaba impulsivamente la fuente del zumbido que me había sacado del curso normal de mis planes; tomé mi celular y la luz naranja me enceguecía más de lo habitual, me costó trabajo leer su nombre y tuvo que llamar más de una vez para que yo lograra contestarlo.

Era ella… la pequeña que hace poco había entrado a mi vida, no teníamos nada de qué hablar, y tampoco era un momento para hablar pero no pensé en apagarlo sino que finalmente contesté. Efectivamente era una conversación vacía y no recuerdo haber tenido mucha participación pues mientras tanto yo repasaba mentalmente buscando el error de cálculo que me tenía justamente ahí, despierto, vivo, en el lugar de donde quería escapar.

Logró sacarme de mi ensimismamiento cuando con un tono autoritario me dijo “Es hoy u hoy…” quería verme, era la oportunidad perfecta pero yo tenía otros planes… No pensé mucho en como lo consiguió pero terminé cruzando la ciudad para verla a escondidas. Fue una tarde extraña, me sentía incómodo, no recordaba haberme vestido y me sentía observado… ella me mostraba cuadernos, tocaba el piano y saltaba sobre la cama mientras yo lidiaba con el dolor de cabeza que me había buscado y me dejaba endulzar con su aliento y sus risas que entremezclaban timidez y ternura por igual.

Ese fue el primer día que nos vimos, justamente el día que había decidido darme por vencido.